La fase final del Imperio Romano es de gran complejidad, pues se caracteriza por profundos cambios dentro de la continuidad cultural general. Estos cambios pueden verse especialmente en como las formas artísticas clásicas se esquematizan: un ejemplo es la cabeza de estuco expuesta; otro la columna, que resume en una sola pieza monolítica las tres partes de una columna tradicional (basa, fuste y capitel).
La introducción del Cristianismo, representada por una inscripción funeraria, supuso una verdadera revolución en la componente religiosa del momento; y la llegada de pueblos germánicos, especialmente visigodos, alteró el equilibrio político y señaló el fin del poder imperial.