El Turuñuelo de Guareña pasará por ser uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de esta primera mitad del siglo XXI en la Península Ibérica.
La monumentalidad de su arquitectura y el particular ritual que selló su vida, junto a una extraordinaria conservación después de 2.500 años, lo hacen absolutamente extraordinario. Por el momento, todo lo que conocemos de él son los restos de un enorme edificio levantado con adobe y tapial sobre robustos basamentos de aparejo de piedra. Sus estancias interiores se disponen en torno a un gran patio, donde destaca una formidable escalera que lo comunica con la sala principal, en una altura superior.
Hasta ahora, además de los detalles de la construcción, el yacimiento ha proporcionado un interesante conjunto de objetos, muchos de los cuales están relacionados con la vida cotidiana de sus moradores, como utensilios agrícolas, sus efectos personales, elementos de tocador o aseo. Un buen número de ellos, sin embargo, fueron usados además en el transcurso del banquete ceremonial que tuvo lugar poco antes de su destrucción y abandono, como los jarros y copas para el vino o asadores y platos para el resto de los alimentos.
En esta microexposición mostramos algunos de los últimos hallazgos en este formidable lugar. Se trata de un grupo de fragmentos de escultura de piedra que representan los rostros humanos de hasta cinco individuos distintos, en diferente estado de conservación. Algunos detalles de sus facciones nos traen a la mente ciertos rasgos “orientales” presentes en el arte etrusco, griego e incluso ibérico. Sin embargo, otros muchos aspectos nos revelan una buena dosis de originalidad.
Queremos destacar de ellos el particular adorno de sus orejas. Se trata de grandes pendientes o arracadas, prácticamente idénticos a otros que conservamos en el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz, procedentes del también singular complejo de Cancho Roano, en Zalamea de la Serena, y que podemos ver también aquí.
No eran las primeras esculturas recuperadas en El Turuñuelo, pues en una de las últimas campañas de excavación se encontró parte de una figura de mármol griego, de la que conocemos de momento sus pies desnudos, y que podría ser representación de una diosa. Sin embargo, la importancia del hallazgo va más allá de sus valores estéticos, técnicos e incluso simbólicos. Suponen las primeras manifestaciones artísticas de un mundo aún desconocido, alojado en la bruma de la leyenda, entre el mito y la realidad, antecesor de la cultura de los íberos del Levante y Andalucía, pero deudor de las grandes civilizaciones del Mediterráneo central y oriental.
Estas maravillosas piezas recalan aquí tras concluir los trabajos de excavación, justo antes de emprender un viaje que les conducirá a una minuciosa limpieza, un exhaustivo análisis, que nos revelará su procedencia o si alguna vez estuvieron pintadas, y una restauración que permitirá garantizar su conservación futura y un retorno seguro al Museo Arqueológico
Provincial de Badajoz, donde se reencontrarán con el resto de las piezas halladas en este extraordinario yacimiento y otras tantas que forman parte de la magnífica colección protohistórica de este Museo.